miércoles, marzo 01, 2006

2 -Decepción-

Ayer no podía haber sido peor día. El que yo pensaba que era mi mejor amigo, el que yo pensaba que me entendería, el que yo pensaba que me ayudaría... me ha dado un puñetazo en la cara.

Después de hablar durante media hora de cosas banales y estúpidas, y con una taquicardia impresionante, decidí contarle lo que quería. Primero intenté allanar el terreno, hablándole de todas las falsas aventuras románticas que había tenido en discotecas, viajes, etc. Después le dije, no sin esfuerzo, que cambiara el género de las personas de todas esas historias.

Pareció no entenderlo, asique tuve que ser un poco más claro. Le dije que me gustaban los hombres justo después de fumarme un cigarrillo. Sergio se empezó a reír... no se lo creía. Pero me temo que su cara cambió radicalmente cuando me miró a los ojos y se dio cuenta de lo que le estaba contando era completamente cierto.

Lo que sucedió después aún lo tengo un poco borroso. Recuerdo que primero se puso a llorar, a preguntarse porque le pasaba eso, porque a su mejor amigo. Creo recordar que me dijo que fuera al médico, que necesitaba ayuda. Después todo cambió. Empezó a ponerse violento. Sólo recuerdo palabras como "cuando estábamos en las duchas", "dormimos juntos en Cádiz", "puto degenerado", "antinatural" y cosas por el estilo. Lo siguiente fue un golpe en el pómulo izquierdo.

A continuación se fue, y yo me quedé completamente inmóvil en el banco del parque, y mis músculos no respondieron hasta que fui consciente de que un grupo de señoras habían visto y oído todo aquello y hablaban entre ellas mientras no dejaban de mirarme. Me fuí corriendo a casa, y aquí estoy en la cama, escribiendo estas líneas.

Aún estoy alucinando. Mi mejor amigo... No quiero ni pensar lo que pasaría si mi padre se enterara. A mi madre le daría un ataque al corazón, pero es que mi padre... Sólo recordar los comentarios que hace cuando en la televisión sale algo relacionado con los matrimonios homosexuales y me pongo a temblar. Yo le doy la razón, por supuesto. Siempre he pensado que si se enterara podrían pasar dos cosas: que me matara o que me expulsara de casa. Pero ambas cosas seguro que tenían una paliza antes, ya que mi padre, lamentablemente para mí, es bastante violento. No violento como para maltratar a mi madre o a mí, para nada. Pero es una persona impulsiva, y de vez en cuando... pues se le va la olla.

Antes de escribir esto me he puesto a chatear por internet con un pequeño grupo de amigos gays que tengo y conocí en una página de contactos. A ellos también les he mentido. Manda cojones que tenga que mentir a todo el mundo. Les he contado que estoy fuera del armario, que tengo muchos amigos y que ligo un montón. Ellos insisten en quedar en persona para tomar algo, pero no estoy por la labor... ¿y si alguien que me conoce me ve? Estoy realmente harto de tener que esconderme, de no poder ser quien soy. Estoy harto desde que le dí mi primer beso a un chico.

Fué en Cádiz. Habíamos ido a pasar la primera semana de Julio un grupo de amigos, y esa noche, la primera que llegamos, decidí irme al apartamento antes que nadie por la noche, pues yo era el conductor, y estaba destrozado. Un viaje en coche de Madrid a Cádiz no es moco de pavo. El caso es que mientras volvía, en los bajos del piso había un bar, bastante tranquilo, con sólo dos personas tomando un par de cervezas y el camarero. Madre mía, que camarero... Me quedé alucinado nada más verlo. Unos ojos verdes pentrantes y enormes, el pelo corto y despeinado a drede, algo rellenito, como me gustan a mí, y una cara perfecta. Decidí meterme en el bar a tomarme una coca cola. Yo ya sabía que me gustaban los hombres, lo sabía pero no quería reconocerlo. Se puso a hablar conmigo. Parecía un tío muy majo. Estuvimos hablando de cine, algo de lo que yo, aún por entonces, controlaba bastante. Las dos personas que estaban tomando la cerveza se fueron y el chaval (del que no recuerdo el nombre) cerró la puerta con un pestillo y bajó la reja. Me ofreció una raya de cocaína... y me la metí. Seguimos hablando, ésta vez con más ánimos y ganas. Recuerdo que me reía bastante, y no paraba de hablar, constantemente, hasta que me di cuenta de que el único que abría la boca y emitía sonido era yo. El se había quedado callado mirándome. Cuando me percaté del detalle yo también me quedé callado. En ése instante su cabeza se acercó a la mía y me besó.

Puede que sea una de las mejores sensaciones que he tenido nunca, y mientras el me tocaba, nos poníamos de pié y me llevaba al almacén del local yo estaba en una nube. Luego el placer, la sensación de sus labios poco a poco se fué mezclando con un horror y vergüenza impresionante, y tres palabras que no paraban de cruzar por mi mente: "maricón de mierda". Le aparté de mí y me largué corriendo, abriendo la puerta y la reja del local, mientras no dejaba de pensar, horrorizado, lo que había pasado ahí dentro.

Fue como un jarro de agua fría, darme cuenta de que lo que pensaba, las cosas que me pasaban por la mente mientras veía la tele o caminaba por la calle... eran reales. Siempre había pensado que se me pasaría, que encontraría novia y dejaría de pensar en estas cosas... pero estos sentimientos nunca se fueron.

Aún hoy lo pienso. Pienso en la injusticia tan grande que se ha estado cometiendo contra mí y contra todas las personas como yo. Pienso en porqué cojones ese día de hace tres años subía al apartamento insultándome a mi mismo, dándome asco, en lugar de hacerlo contento por haber encontrado un tío majo y un buen polvo. Al menos algunas personas luchan por lo que son, por sus derechos. Yo no he hecho nada salvo esconderme. Y lo triste es que de momento no tengo ganas de hacer nada. Sólo meterme debajo de la manta y seguir mintiendo.

Y eso es justo lo que voy a hacer. Mañana, cuando vaya al falso trabajo que mi madre aún cree que tengo, seguiré escribiendo.

1 Comments:

Blogger xavi said...

Esta muy bien, se nota que lo escribes con el corazon(pero que cursi me ha quedao,no?).
+_0

2:29 p. m.  

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